propuesta turística sal y sol

por Eduardo Segredo Polero En la nota correspondiente a este mes no escribiré sobre el Uruguay profundo, como es clásico en esta columna. Será sobre un hecho del que, justamente en este mes de octubre, se estarán conmemorando 40 años y que de alguna manera impactó en todo el mundo y en particular en la sociedad uruguaya: me estoy refiriendo a la llamada “Tragedia de los Andes”. En estos días, y durante estos cuarenta años que han transcurrido, muchas historias se han contado y seguramente seguirá sucediendo así para futuras generaciones. Muchos pensamientos me han dado vuelta en la cabeza antes de comenzar a escribir este artículo, pero todavía creo que hay hechos que a veces se han escrito o contado mal, sin por ello creerme o adjudicarme el ser dueño de la verdad. Por esas cosas de la vida y por distintas circunstancias, he conocido, tratado y tenido relaciones de amistad, familiares y hasta de vecindad con por lo menos tres familias de uruguayos que no volvieron de los Andes. Aparte, ha sido muy común hablar mucho de los sobrevivientes y muy poco o nada de los que quedaron para siempre en la montaña. “La odisea” La primera precisión: comúnmente se habla de “la odisea que vivió el grupo de 45 jóvenes uruguayos que viajaban a Chile a jugar un partido amistoso de rugby cuando el avión de la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) cayó en medio de la montaña que surca la geografía del oeste sudamericano el 13 de octubre de 1972”, pero poco se dice que de ese número de jóvenes, en realidad cinco personas componían la tripulación del avión; de los cuarenta restantes había un número importante de acompañantes que no componían el equipo y aparte de eso, iban pasajeros que habían aprovechado ese vuelo para ir simplemente a Santiago, como la señora Graciela Obdulia Augusto Gumila de Mariani, de 43 años, quien viajaba para visitar a familiares en aquel país. Recordar que estábamos a finales del año 1972 y ya por esos meses muchos uruguayos habían tomado la decisión de emigrar, ante la posibilidad cierta de que se instalara una dictadura cívico -militar, cosa que lastimosamente luego sí sucedió. Tuve la hermosa dicha de conocer a la Sra. de Mariani y a su familia. Era ella una persona espectacular, una buena madre, esposa y muy buena mujer, comprometida con la realidad de aquella época. El dolor de muchas familias Años después del accidente conocí a la familia del copiloto, el teniente coronel Héctor Lagurara Guiado ,de 41 años al momento de suceder estos hechos y sobre el cual también se han tejido todo tipo de versiones que no se han podido comprobar. Y por último, Julio Martínez Lamas, quien contaba con 24 años de edad, al que apodaban “el Flaco” (literalmente por su complexión física). Todo esto me permitió sentir el dolor de muchas familias cada 13 de octubre y valorar toda la obra social que ha sido la biblioteca Nuestros Hijos, fundada el 1º de agosto de 1973 y administrada por las madres y familiares de aquellos muchachos y que hasta hoy funciona en la ciudad de Montevideo. Como dicen en su página web: “Para mantener vivo el recuerdo de los que no volvieron del accidente ocurrido el 13 de octubre de 1972 en la cordillera de los Andes, sus madres fundamos esta biblioteca. Cada estudiante, cada lector, es recibido aquí en nombre de nuestros hijos”. Por último: en el impacto murieron 12 de los 45 pasajeros, después otros 17 que no pudieron superar las heridas, la falta de abrigos, alimentos y las terribles condiciones climáticas, con temperaturas de 30 grados bajo cero. Sobrevivieron 16 integrantes de la delegación gracias a que dos de ellos decidieron salir del lugar e intentar cruzar la montaña para volver a la vida. “El milagro” Roberto Canessa y Fernando Parrado fueron las caras más visibles de lo que algunos denominaron "un milagro" y que se resumió en la expresión "¡Viven!" tomada del titular de un diario, cuando ya se había abandonado la búsqueda. La lista de sobrevivientes se completa con José Pedro Algorta, Alfredo Delgado, Daniel Fernández, Roberto François, Roy Harley, José Luis Inciarte, Álvaro Mangino, Javier Methol, Carlos Páez Rodríguez, Ramón Sabella, Adolfo Strauch, Eduardo Strauch, Antonio Vizintín y Gustavo Zerbino. Este humilde recordatorio está dedicado a los 29 uruguayos que fallecieron en la tragedia en condiciones y entornos infrahumanos y a los 16 sobrevivientes que se negaron a morir durante 72 largos e infernales días. Lo del principio: el titular es de un diario chileno publicado el 24 de diciembre de ese año, luego de que se conociera la existencia de sobrevivientes. Hasta la próxima.