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domingo, 31 de enero de 2010
Turismo en comunidad
Crónica de un día en un hostal montevideano
Muchos llegan por su bajo precio. Otros lo hacen porque allí es posible socializar. Los albergues son visitados por extranjeros de las más diversas nacionalidades, quienes desarrollan una vida diferente. Aquí va una jornada en el más antiguo de la capital.
CATERINA NOTARGIOVANNI
Vivir aquí es un poco como estar viajando continuamente", comenta Carlos Márquez (48), propietario junto a su esposa Silvia del Montevideo Hostel, el más antiguo de la ciudad en su categoría, con 30 años de existencia. Es que el continuo ir y venir de personas de los más recónditos parajes del planeta; sus historias, lenguas, cultura y modos de vida lo acercan, de alguna manera, a cada uno de esos sitios. Por otro lado, y a diferencia de un hotel, en un hostal (o albergue) las personas comparten cuarto, baño y cocina, lo que repercute en el modo de interactuar entre los huéspedes y con el personal. Además de abaratar considerablemente cualquier viaje.
En estos días la ocupación hotelera de Montevideo es del 80% de su capacidad, idéntico porcentaje que el registrado en el hostal. Enero no es el mes fuerte de la capital -que anualmente es el punto que más turistas recibe de todo el país, con más de 600.000 personas en 2008-, pero es una escala obligada. Una parte de esos visitantes eligen el hostal de Carlos y Silvia para quedarse. ¿Quiénes son, de dónde vienen, qué opinan de Montevideo? Domingo se instaló por un día allí y comprobó lo que se decía: estar ahí, incluso puertas adentro, se parece mucho a viajar.
amanecer. Nueve de la mañana. Cuatro mujeres toman un desayuno en el salón comedor. Conversan en voz baja, como cuidando el sueño de quienes aún no despertaron. Tienen los ojos hinchados y el ritmo lento, es evidente que la vigilia no terminó de materializarse. Una música suave y relajante amortigua el sonido de las cucharas. El aroma a café lo envuelve todo.
Parado al costado de una mesa larga, un adolescente observa y trata de decidir: pan, sandía, melón, durazno, manzana, naranja, cereales, té, café, leche o jugo de naranja. Mientras se inclina por un café, saluda a un compañero de cuarto que acaba de levantarse. A escasos dos metros, Silvana (recepcionista matutina) contempla que no falten insumos y atiende el teléfono. Todo está en calma.
De las cuatro mujeres, tres son argentinas, de Córdoba. Se llaman Constanza (22), Dolores (23) y Eugenia (22). Ingresaron a Uruguay por Paysandú y estuvieron acampando en Santa Teresa, Punta del Diablo y Valizas antes de recalar en Montevideo. Viajan con mochilas, carpa, colchonetas, ollas y sobres de dormir. "Estamos enamoradas", dicen. No se refieren a alguien de carne y hueso, sino a Montevideo. El encantamiento es profundo, al punto que todas concuerdan en que "vivirían" aquí. Dicen que si bien Montevideo tiene un estilo similar al de Córdoba, es bastante más limpia. Pero por sobre todo, quedaron fascinadas con los modales de los uruguayos: "La gente es tan educada para recibirnos, siempre dispuestos a ofrecernos ayuda", comenta Constanza.
En ese punto interviene la cuarta comensal, Cinthia (37), una profesora de sociología brasileña residente en Florianópolis: "Ustedes son los más atentos de América Latina", acota. La comparación no es caprichosa, Cinthia ha recorrido casi todo el continente. De Uruguay conoció Colonia, Piriápolis y Punta del Este. Le gustó más la primera. Eso sí, quiere dejar algo en claro: "Dicen que Colonia la hacés en tres horas, pero no se puede. Tal vez un turista lo hace, pero no un viajante". La diferencia entre uno y otro, dice, es el interés en profundizar en la cultura de un país y no quedarse en el simple vistazo.
En simultáneo, el adolescente indeciso y su amigo terminan su desayuno casi sin cruzar palabras. Son Jhonatan (de Rivera) y Francisco (Santa Catarina), de quince años, y no están en Montevideo de vacaciones sino para demostrar sus habilidades futbolísticas en la quinta división de Peñarol. Entrenan tres horas por día y se pasan el resto de la jornada en Internet. Como ellos hay cuatro jóvenes más, todos traídos por el mismo contratista.
Quince minutos pasadas las 10 de la mañana, y siguen apareciendo huéspedes a desayunar. Si son caballeros, bajan por una espectacular escalera caracol que comunica con las habitaciones del segundo piso, donde está el área para hombres. Allí también se ubica la cocina comunitaria y la sala de computadoras. Aquella escalera, que es uno de los rasgos sobresalientes del lugar y de lo más halagado por los huéspedes, tiene una réplica en el Cabildo de Montevideo y fue extraída de un barco, según cuenta la recepcionista. En la planta baja en tanto -donde está el salón comedor, la recepción, la cocina, el baño de damas, una sala de estar con estufa a leña y televisor-, se ubican los dormitorios para mujeres.
El hostal cuenta con una capacidad de 60 camas, distribuidas de a cuatro o seis por habitación. El costo diario, con desayuno y acceso a Internet, es de US$ 14 al día. Aquellos que prefieren no compartir cuarto tienen disponible una habitación con baño privado.
Del segundo piso bajan Chris, Chris y Jean, cada uno de 25 años de edad, dos estudiantes de literatura inglesa y uno de ciencias, y todos provenientes de Manchester, Inglaterra. Ingresaron vía Buenos Aires a Colonia y se quedaron tres días en un lugar "muyyyy tranquilo" llamado Santa Ana, a 20 kilómetros de Colonia. También ellos encuentran a los uruguayos muy "relajados" y "colaboradores". Halagan la carne y el tamaño de las porciones de cualquier restaurante. Jean, que es francés de nacimiento pero que estudia en Inglaterra, comenta que era vegetariano hasta bajar a estas latitudes.
El trío europeo desayuna en la mesa contigua a la de dos parejas porteñas: Mónica (maestra, 33 años), Diego (quinesiólogo, 27), Fernando (organizador de eventos, 28) y Ana (administrativa, 25). Para ellos Montevideo es la última parada luego de un recorrido en auto por toda la costa esteña. Al momento de la crónica sólo habían conocido la zona portuaria ("bastante linda") y se aprestaban a salir rumbo a la playa Pocitos, cita obligada de la mayoría de los consultados.
Las madrugadoras cordobesas y Cinthia se conocieron en el hostal, pero conversan con la soltura de viejas amigas. "Acá la gente llega y al rato ya los ves reunidos y conversando", señala Silvana, la recepcionista. No obstante y con excepción de las cuatro mujeres, no será hasta la noche que esa interacción se hace evidente.
Pasado el mediodía solo quedan los miembros del staff y un brasileño que no quiere entrevista pero que habla generosamente sobre el contenido del bolso que está tratando de cerrar ("está lleno de libros de historia del Río de la Plata"), sobre su MP4 ("4.000 canciones, todas en español, especialmente rock uruguayo y argentino") y sobre su molestia por haber nacido en el sitio equivocado ("no me siento brasileño"). Este paolista renegado está por iniciar un doctorado en historia y sueña con vivir en Uruguay o Argentina.
Anochecer. A las 22 horas el olor a pizza invade la casa y abre el apetito. Jorgelina (33), Soledad (34) y Stella (35), también cordobesas, acaban de terminar de jugar a la canasta y esperan la cena. En la sala de estar, una de las parejas bonaerenses (Mónica y Diego) conversan con Jordi, un ciudadano español llegado desde Lima (Perú) pero con residencia en Irlanda. Hablan de lugares para conocer, de precios, de sus respectivos países. Jordi se desenvuelve con soltura, con el temple opuesto al de la timidez. "Vengo a un hostal porque estoy viajando solo, considero que estos casos es esencial no ir a hotel. Acá vienes básicamente a socializar", señala. Está clarísimo, diez minutos más tarde compartirá mesa y cena con las cordobesas y sobre el final de la noche conversará distendidamente con los visitantes de Inglaterra, que a su vez un rato antes compartían la cocina comunitaria con un viajero francés de 71 años que llegó a Uruguay a encontrarse con un "viejo amor" del que no quiso dar más detalles.
Hablando de amores, son varios los matrimonios gestados dentro de esas paredes. Justamente, sobre una de ellas, cuelga un cartel que deja constancia de un encuentro. Traducido del inglés dice así: "Nina (Sweden) y Dan (USA) se conocieron aquí en 1989, se casaron en 1991, y tienen dos hijos. Ahora vivimos en Flagstaff, Arizona, USA. Gracias Albergue. Octubre de 2008". "De esas hay unas cuantas", cuenta Carlos. Es más, son dos los ex serenos que se fueron detrás de una huésped, uno a Holanda y otro a Bélgica. "Engancharse acá es muy fácil para cualquier muchacho de más o menos buena presencia", explica Carlos.
Un bar ubicado en el subsuelo de la casona es un punto de encuentro ideal por las noches. Tiene mesa de pool, de ajedrez y música a un volumen moderado. Las varias guitarras que hay distribuidas en distintos lugares, un piano ubicado en la sala de estar y la barbacoa de la azotea congregan a los huéspedes. La presencia de guitarras y demás llevó a la famosa guía de turismo internacional Lonely Planet a definir al Montevideo Hostal como el albergue del mundo donde hay más instrumentos musicales.
La noche de la crónica el ambiente está tranquilo. El cansancio predomina entre los presentes. Pero los integrantes del staff y algunas fotografías subidas en la web describen grandes rondas de conversación y guitarreadas. Según Carlos, la presencia de brasileños influye en generar ambientes más festivos. Pero dado que el único hospedado ese día no se reconoce como tal, la fiesta brilló por su ausencia. No obstante, el promedio etareo de los visitantes, que está por encima de los 25 años, hace del hostal un sitio sin bullicio. "Prefiero que sea así. Tampoco que sea un cementerio, pero sí que esté tranquilo", acota el propietario.
Los tiempos han cambiado y también los perfiles de las personas que eligen un hostel. "Hoy en día lo que más demanda tiene son las habitaciones con más privacidad. Las nuevas generaciones ya no están acostumbradas a compartir un cuarto con seis personas. Esto era propio de los orígenes del alberguismo. Acá antes había que limpiar, cada pasajero tenía que dar una mano y había poco personal para poder ofrecer una tarifa reducida. La gente se tendía la cama, lavaba el baño, barría la sala. Hoy no te barre nadie", cuenta Carlos. De hecho, ni él mismo opta por compartir cuarto cuando sale de vacaciones.
Lo que no cambió es el ánimo de los pasajeros. "El espíritu sigue siendo el compartir, confraternizar. La gente no viene acá porque pague un poquito menos, porque muchos de los que vienen podrían pagar US$ 10 o US$ 15 más en otro lado. Pero la gente que en general va a un hostel está buscando compartir experiencias, y este es un lugar perfecto para eso. No debe haber otro lugar mejor. De repente en un hotel tenés una habitación con aire acondicionado y esto y lo otro, pero estás solo", opina Carlos.
Montevideo Hostal integra la red Hostelling Internacional, nombre de la marca de más de 90 Asociaciones de Albergues Juveniles distribuidas en 90 países y que tienen a cargo la gestión de 4.000 albergues (www.hihostels.com). La red ofrece la opción de asociarse, pagando $ 300 anuales para obtener el carnet uruguayo y $ 400 por el internacional. A cambio se hacen descuentos en las tarifas.
Medianoche. Mónica y Diego (argentinos) miran el clásico Boca-River tirados en el sofá de la sala de estar. Ya se comieron un pizza elaboradora por Silvia y se tomaron dos cervezas. Las cordobesas Jorgelina, Soledad y Stella tenían intenciones de salir, pero hace rato se metieron en su habitación y no han vuelto a salir. Jordi, el español, practica su inglés con el trío llegado de Manchester, Inglaterra. Conversan sobre la vida en Dublín y Londres. Jordi les da detalles de su viaje por Perú y hace recomendaciones. El resto se fue o está en calle. El bar está vacío.
En minutos la casa estará en silencio hasta la mañana siguiente, cuando los madrugadores se levanten primero a desayunar y empiecen a llegar otros visitantes, vaya a saber de qué lugar del planeta.
Casas con personalidad y varias historias que les dieron nombre
Nomenclátor. Azar, caprichos y rarezas son las musas inspiradoras
PUNTA DEL ESTE | RAÚL MERNIES
Las historias más disimiles e inimaginables dieron nombre a algunas de las casas y chalets de los barrios de Punta del Este. En una calle cerrada, incluso, todas las casas tienen nombres que están relacionados con "Don Quijote de la Mancha".
"Andá por Roosevelt hacia afuera, cuando llegues a la parada 12 dobla a la izquierda y ahí la vas a ver, se llama Pocker de Ases. Te espero a eso de las seis". Esa es la manera más precisa de indicar una dirección en Punta del Este, ya que la mayoría de las casas no tienen número, sino que se las identifica por su nombre.
Pero si de nombres se trata, la creatividad parece no tener límites. En el balneario hay nombres de todo tipo, algunos tienen historias verídicas, a otros los rodean leyendas que son imposibles de confirmar y hay un porcentaje importante de clásicos, como La Soleada, Mar Azul, Luna Llena, Veraneo o Las Dunas. Un capítulo aparte podría abrirse para Las tres Marías, Las Marías, Virgen María o Les Maries, que tienen una representante cada cinco o seis cuadras.
También hay románticos que bautizaron su casa Nuestro Refugio, Nuestra Guarida, Nido de Amor o La morada del Amor. Y finalmente hay un numeroso grupo de casas y chalets que tienen nombres como So-Dan, por Sofía y Daniel; Marylu, por Mariana y Luis; y una infinidad de combinaciones más.
Una de las historias que más se cuenta es la de Pocker de Ases, que, según la leyenda, fue adquirida por su primer dueño después de ganar mucho dinero en una jugada de casino que habría coronado, justamente, con esa combinación de cartas.
Pebeta, ubicada en una esquina de Avenida del Mar y rodeada de pinos, fue comprada hace más de 40 años y la llamaron así porque ese era el modo en que su dueño llamaba a su esposa. Hoy en día, los nietos de la "Pebeta", argentinos, disfrutan de la casa de verano y recuerdan a la abuela.
Para abuelas también están Aíta y Abu. La primera era la manera en que el primer nieto llamaba a su "abuelita" y la segunda surgió hace unos 10 años, cuando el numeroso grupo de nietos decía "Vamos a lo de Abu".
La Portada le debe su nombre a un periódico argentino que publicó en la primera plana una fotografía de un accidente que su dueño, un fotógrafo aficionado, le había vendido. 7 y pico, en tanto, es la hora en la que los nuevos compradores tuvieron que reunirse en seis ocasiones diferentes con el dueño anterior para poder hacer efectiva la compra. Los lugares de las citas iban variando, pero el hombre siempre les decía "Nos vemos 7 y pico", y en su honor la llamaron así.
Un matrimonio pasaba todos los días frente a un hermoso chalet y el marido le decía a su mujer "Aquí es donde quiero vivir". Años más tarde la pareja pudo comprar la casa y la bautizaron Aquí es.
La casa de Ciro, el famoso peluquero de Gorlero, se llama Los Delfines. "Cuando la compré se llamaba Vat 69 pero como el dueño anterior se llevó el cartel. Le pusimos así porque somos unos apasionados de la metafísica y los delfines y su canto son un elemento fundamental en las curaciones y regresiones", explica Ciro.
No es así es la residencia de una familia montevideana que vive en Pocitos y que la llamó así porque esa es la frase que más repite su dueño, "que es un contra y siempre dice que no", cuenta entre carcajadas su esposa.
CALLE PARA CERVANTES. En la parada 12 de la rambla de la playa Mansa, hacia la izquierda, hay una calle cerrada a la que seguramente no entren más que las personas que viven en algunas de las viviendas, pero ahí, en esa calle escondida, todas las residencias tienen nombres relacionados con Don Quijote de La Mancha.
Sobre la vereda izquierda se ubican El Toboso, que en realidad es un municipio español de la provincia de Toledo, de donde era originaria la enamorada de Don Quijote. La residencia siguiente lleva el cartel de La Mancha, y el caballo del hidalgo da nombre a la tercera: Rocinante.
Al frente, Don Quijote y Dulcinea terminan de completar el grupo que honra a Cervantes.
El País Digital
En Uruguay, el impacto de la crisis en la temporada de verano fue menor, aunque el país suele recibir el grueso de los turistas en esos meses y no tanto a lo largo del año como Argentina.
En el primer trimestre de 2009, el turismo permaneció estable con una baja de sólo un 1% con respecto al 2008, según el Ministerio de Turismo del Uruguay.
Los operadores turísticos tomaron esta cifra como una buena señal dado el contexto mundial.
La Organización Mundial de Turismo había alertado en noviembre del año pasado que el turismo internacional iba a sufrir debido a la crisis.
Lea además: Osos de Uruguay y Argentina enfrentados
En Argentina, la llegada de visitantes del extranjero cayó más del 22% con respecto al 2008 y el gasto de los turistas bajó un 35%, según publicó el periódico La Nación citando cifras de la Secretaría de Turismo de la Nación. Las cifras corresponden al mes de febrero.
Desde el 2002 Argentina gozaba de un aumento considerable de visitantes extranjeros, ya que el tipo de cambio les era favorable.
Ahora, los operadores turísticos y hoteles consultados por La Nación dijeron que sienten el impacto de la crisis y que el número de reservas cayó desde un 30% a un 50%.
La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, dijo que pese a la baja, Argentina es un destino turístico consolidado a nivel mundial.
"La Argentina se ha convertido en un destino más que importante. Hemos más que duplicado desde 2003 a la fecha el turismo receptivo. Hoy con algún impacto negativo en los meses de enero y febrero pero no nos es imputable a los argentinos sino por el impacto de la crisis internacional", dijo Kirchner a los medios.
En Uruguay, si bien el ingreso de turistas cayó un 1%, el ingreso total en dólares generados por el turismo creció un 28%, según el Ministerio de Turismo.
Esto se explica por el hecho de que si bien el promedio de estadía de los turistas cayó un 8,2% y pasó de 10,6 días a 9,7 días, el gasto per cápita subió un 29,7% y el gasto por día aumento un 41,4% en 2009.
Luis Borsari, presidente de la Cámara de Turismo de Uruguay, dijo a la Voz de América que es difícil interpretar las cifras pero el valor que él toma como referencia es el del ingreso de turistas.
“Lo que importa es que la cantidad de gente que vino es más o menos la misma. Teniendo en cuenta la crisis mundial económica, lo tomamos como algo positivo”, aseguró Borsari.
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